Pues resulta que la respuesta a esta conducta de atracción que sienten los hombres por los pechos y caderas prominentes de las mujeres la dio hace más de 200 años el sabio naturalista británico Charles Darwin: se trata del instinto animal por perpetuar la especie.
Pechos y caderas de mujeres atrayentes

Unas caderas y glúteos prominentes se asocian inconscientemente a un canal pélvico amplio, y unos pechos grandes con abundante leche materna (aunque esto no siempre se corresponda con la realidad). Ambos factores son garantías de un parto y crianza exitosos, dos de los momentos más importantes en la vida de una persona.
Una vez conseguido el milagro de la fecundación , queda para la especie el desafío del nacimiento y luego la sobrevivencia al primer año de vida, etapa en la que la nueva criatura debe adaptarse a un entorno agresivo e inhóspito donde resulta esencial la lactancia materna, alimento primigenio que dota al recién nacido del imprescindible arsenal de anticuerpos y nutrientes que le harán posible la vida.
Toda esta información subyace en el subconsciente humano y explica conductas como esa admiración masculina que se escapa en forma de piropo o silbido al paso de una rítmica y sensual hembra.







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